Mi bandera
Por Julio Cesar Castaños Guzman
VIERNES, 28 FEBRERO 2025: Crucificando el cielo y la sangre una cruz, que por demás es blanca, sugiere la paz del sacrificio a los dominicanos. Libre y majestuosa, deja ver todo el reposo que de suyo le es propio. Exaltada en sí misma, ya en la driza, ya en tope.
Se alegra cada mañana con el clarín que la saluda en los cuarteles, con la formación escolar que la distingue. Contrapunteando los crepúsculos, se deja llevar del asta que la sube… que la baja; y que a veces, de luto y crespón, la señala a medias.
Frente a ella tiembla esa mano que la asiste, porque la emoción de toda una nación está contenida. Resumida en tanta historia, en tantos hechos que nos cuenta.
Julio Cesar Castaños Guzman
Simpatiza de las Marías, ya que una María y una buena Concepción tejieron la primera, y dispuesta cambiaría su suerte por la de aquella María Bendita que la hizo señera.
Ha resuelto llevar una cruz que rompe en cuatro el mar y el fuego, en cuatro cuartos perfectos. Y no la contiene nadie en su pregón infinito de imponerse en paz, Cruz de Paz… de océano y estrellas.
¡Oh, relicario de viejos amores! Que custodias todos los sueños y anhelos que se guardan en ti. Y que celosa preservas intacto, a guisa de un madrigal hermético, el auténtico amor por tu pueblo dominicano.
Pabellón que rematado al centro por un cuadrilongo en armas anuncia la Buena Noticia contenida en el Evangelio de San Juan: “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”. –Y agrego, yo—“En el Principio era el Verbo, y el Verbo era Dios, y estaba junto a Dios”. Noticia venturosa flanqueada de palma y laurel.
El pregón de una República consagrada a la Augustísima y Santísima Trinidad de Dios Omnipotente. Compromiso de Trinitarios en el lema perpetuo de: “Dios, Patria y Libertad”.
Sábana de mártires. Mortaja histórica de María Trinidad Sánchez, émula en el sufrimiento, porque la metralla le atravesó pecho y alma, de quien en vida vivió en Nazaret la vida oculta, a pesar de que siendo Arca de la Nueva Alianza fue Templo de la Trinidad.
Princesa de la Educación, capaz de sellar un torín de pencas y yaguas con piso de tierra, y convertirlo en una escuela. Devastando la oscuridad de la ignorancia. Imponiendo el respeto de los santuarios.
Destino de cantos y versos, donde más de una lira ha despejado mil requiebros de quienes con prosa impropia se han perdido, en el vano afán de alabarla de palabras y renegar de ella con los hechos.
Sudario de patriotas que expresa en azul ultramar los sueños de nuestros hombres buenos, y en el rojo bermellón, la sangre, o el inevitable fluido encarnado con que se acompasa la historia. Identidad no traicionada por la tremolina del azar de la República.
Cruz blanca que quiso Duarte ver, no como una señal de padecimientos y dolor, sino como signo de redención, y, de la reivindicación de la dominicanidad sepultada en la vergüenza de un pueblo oprimido.
Izada fuiste, por primera vez, en el Baluarte del Conde, la noche del 27 de febrero de 1844. Precedida por el estruendo del relámpago de luz que salió del trabuco de Mella que te develó, para que ya crisálida, volaras como una mariposa roja, azul y blanca.
Porque tuviste a bien recubrir la humanidad de Francisco Sánchez en su hora más dramática… cuando daba testimonio de toda su grandeza, a favor de la independencia nacional eclipsada por el Tratado de Anexión a España, de ti siempre se dirá que eres buena.
Pabellón tricolor que distingue al ciudadano; inspiración de bandas y fajas insignes. Consuelo de mar. Viva llama de luz.
Insignia que no conoces el repliegue de los ejércitos. Pendón que no compartes tu gloria con banderolas; ni se te iza de sesgo como señal oblicua. Ni te ha visto nadie ondeando en bandolera.
Es que se te concibió con mucho amor para grandes cosas.
Mi Bandera Dominicana. Hoy que te dedico estas humildes líneas, vuelvo a repetirte, lo que dije el día que me enseñaban en la escuela a izarte, a respetarte, lo que te reiteré mil veces cuando cubriste el catafalco de mi Padre, antes de sepultarlo en el «Cristo Redentor».
¡Seas por siempre Bendita, Bandera Dominicana!
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