LA MUJER DE TU VIDA
Por Jenny Matos
SÀBADO,, 21 SEPTIEMBRE, 2024: Desde que nacemos buscamos dejar de ser bebecitas, para encontrarnos con la niña que gesticula, balbucea, habla y hasta camina. Luego procuramos abandonar la infancia, para ser adolescentes con una silueta de moza glamurosa. Más tarde queremos otra cosa, como ser una mujer en su máximo esplendor.
Al llegar a los cincuenta, nos damos por enteradas de que pasamos la vida ofendiendo nuestro cuerpo en sus distintas estaciones, y por esa inconformidad de desear "algo más o algo de menos" en nuestra figura, el cuerpo se entera y nos va abandonando, se nos va en el día a día.
De seguro que la anciana busca a la nena que fue y no volverá, esa que se mecía reposadamente en el columpio cada tarde. Nos invito a dejar de buscar tanto y vernos al espejo tal cual somos y darnos cuenta que esa que vemos allí en el reflejo, esa maravillosa dama es la mujer de nuestras vida.
Así que abrázate fuerte, amístate, perdónate, mímate, anímate, quiérete, ámate y sé tu amiga; porque si te sigues fallando, nunca llegaras a ser la anciana de cuerpo arrugado pero con alma de niña, que canturrea las coplas de tu mocedad. La que vivió sus etapas festejando sus aciertos y dejando ir sus fallas. La que canturrea sus alegrías, calla y ora por sus fracasos, la que los transforma, los procesa y los envasa en frascos diminutos de sabiduría y por último, los distribuye a las más jóvenes que vienen detrás de nosotras, las hijas, sobrinas y nietas; ya que ellas esperan la mejor versión de nosotras.
Pongámonos en sintonía con nosotras mismas, dejemos que la melodía de la autoaceptación nos guíe y escucharemos de nuestro interior la música con que debemos bailar la danza de nuestro viaje por la vida.
Podemos ser libres en todas las etapas, cuando descubrimos que la llave del conocimiento de la “verdad de Dios”, no deja que el candado oxidado del pasado dañe nuestro porvenir.
Abrazando la mujer de tu vida, de mi vida… esa que somos hoy, ahora, en este instante, esa que es hija de Dios, en construcción y eternamente tú, yo, ella, esa que el Padre Celestial nunca ha rechazado, ni rechazará.
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