LA PLAYA DE LA VIDA

                               

Por Jenny Matos         

MI`RCOLES, 07 AGOSTO, 2024: Aconteció que en una pequeña iglesia local se había acordado una gira a Baní, a un lugar llamado Lucas Díaz, donde había una playa y un río, donde se juntaban en un punto. La mañana estaba llena de luz y reinaba un ambiente armonioso y carialegre. 

En las burbujeantes aguas de la playa, los mozalbetes jugueteaban y en sus retozos se empujaban unos a otros. No sé cómo, ni por qué terminé en el centro de la algazara, y de forma amena me involucraron en la sana diversión. Pero no se estaban dando cuenta de que el peso de sus cuerpos me estaba hundiendo y las pocas veces que tomaba aire, no era suficiente para llenar mis pulmones. 

Llegué a pensar que sin intención los pubertos me ahogarían y moriría en medio de sus risas desorbitadas. En unos segundos, cuando más me faltaba el aire recordé a Michael, mi único hijo para entonces. Tenía cinco años, no poseía a nadie más que a mí. Pensé que no podía morir y abandonarlo a su suelte por la vida. Fue ese pensamiento desesperado que me llevó a sacar fuerzas de donde nos las había y utilicé el único recurso en ese momento, mi dentadura y empecé a pegarles mordiscos y empezaron a despegarse, entonces, una de las chicas que estaba afuera se dio cuenta que no estaba bien y me arrastró a la arena y empezaron a preguntarme: -¿Qué te pasa? Cuando recuperé el aliento me incorporé y no volví a entrar al agua ese día. Me quedé sentada en las areniscas, reponiéndome del susto.

Así es la vida, como una playa, lo que es un juego para unos, para otros es cuestión de vida o muerte. Pero en los momentos donde sentimos que el aliento se nos escapa y las fuerzas nos abandonan, si hay un motivo por el cual levantarse, por el cual vivir, lucharemos con uñas y dientes por eso que Dios puso en nuestros corazones y saldremos de las profundidades de las aguas de la desesperación y en la orilla respiraremos fe y esperanza por el niño pequeño, que solo nosotros debemos criar. En las aguas o en el fuego, Dios siempre nos sacará adelante, aunque sea arrastras.

Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti. Isaias 43:2.


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