EL CIERVO Y EL CAZADOR

 

DOMINGO, 09 JUNIO, 2024: El cazador entró a su salón de trofeos de caza, observó detenidamente la colección que adornaba sus paredes. Empezó a numerar, caribú, elefante, tigre, león, gacela, antílope, ñu, búfalo, alce, cocodrilo del Nilo, todo tipo de aves disecadas. Un zoológico de animales muertos en casa. Enmarcadas y colocadas en un muro de madera preciosa, siendo exhibidos como triunfos de conquistas de caza.

El ego del cazador estaba incompleto. Le hacía falta un ciervo para completar su galería. Consciente de que había sequías y los ciervos bajan de las alturas a buscar las corrientes de las aguas, como en un safari se alistó con rifle en mano en busca de su venado. ¡Necesitaba esa cornamenta enganchada en su seto de tablas! 

En una vasta zona boscosa en la espesura, entre el pasto verde estaba un espécimen macho de cérvido. El bramido alertó al cazador furtivo, allí estaba prohibida la caza. Aun así, su imperioso deseo de tener esa cuerna en exhibición le hacían olvidar las leyes locales. Se escuchó un disparo que tocó el tronco de uno de sus cuernos, tumbándolo por completo, por pocos milímetros se salvó la cabeza. Con el cuerno en mano el cazador lamentaba no poder tener la cabeza completa y pensaba la forma de pegarlo cuando pudiera cazarlo. 

En su huida llegó al aserradero donde estaban apiñados gran cantidad de leños cortados. Sus patas quedaron atascadas entre los troncos. En esa situación tan difícil, recordó que cuando era un cervatillo cantaba un estribillo, mientras saltaba de tronco en tronco. Viendo que todo estaba perdido, ya que sus delgadas patas estaban atascadas y habían mermado agilidad, empezó su bramido nueva vez. En cazador se aproximaba con la escopeta recargada, empezó a disparar pero el ciervo, empezó a cantar y a brincar el estribillo aquel: “Brinca la tablita ya yo la brinqué, bríncala de nuevo ya yo me salvé”. Y mientras entonaba la muletilla se escapaba de las balas que en todas direcciones buscaban fallidamente atinar al venado. 

El cazador estaba confundido, el ciervo no hacia bramido, sino cantaba y parecía divertirse brincando las tablitas. El ciervo liberó sus patas y siguió dando brincos erráticos. Que hacían más difícil concentrarse en el tiro. El cazador perdió el interés y el venado saltarín se dio a la huida, permaneció corriendo hasta perderse en la espesura del bosque y el cazador tuvo que volver a su casa sin lograr nada de caza.

Desde la cima de una colina estaba el ciervo lamiendo sus patas cansadas y el cazador abajo en una roca, limpiando con un paño blanco su rifle de caza. A lo lejos sus miradas se cruzaron, como enemigos naturales sin remordimiento se miraron. 

—Mañana será otro día venado—. Vendré por ti a divertirme y a llevar tu cabeza a mi museo personal.

El ciervo hizo un gesto con su cabeza y siguió corriendo pendiente arriba, lejos del cazador. Cantando: Brinca la tablita ya yo la brinqué, la brinco desde ahora porque me salvé. Mientras el cazador reía divertido, sabía que habría otra oportunidad, si no era ese, sería otro. Pero unos cuernos así adornarían su hogar.

Moraleja: Quien caza por diversión y no por alimentación, puede dejar las cosas para otra oportunidad, ya que no es asunto de vida o muerte. Para los que como el ciervo, la última diversión se convierte en su salvación, “vivirá el día a día”, disfrutando lo que tiene. No tiene trofeos, su trofeo es salvarse ese día. Es una asunto de supervivencia, su propia cabeza, aunque esté un tanto estropeados, será su modos vivendi. Pero sobre todo, cuando estamos próximos a la muerte todos nos volvemos niños. Cervatillos que anhelan saltar y saltar la tablita y dejar escapar el niño que llevamos dentro. Mejor perder cosas que llevamos en la cabeza, pero mantener la cabeza en su debido lugar. 

Y recordar siempre, ¡que tigre sin hambre no caza! La pasión que las personas le impregnan a sus proyectos es como el hambre, que te hace perseguir lo que sueños hasta alcanzarlos.


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