LIBERANDO AL ENEMIGO
Por Jenny Matos
Para Noticiario Barahona
DOMINGO, 05 mayo, 2024: En el anchuroso mar Mediterráneo de la antigua Grecia, un experimentado ex capitán pirata, que conocía los siete mares, era llevado esposado a tierra firme, para cumplir con sus crímenes de alta mar y los terrestres cometidos en varias islas. El barco partía las aguas dibujando estelas en su avanzada, mientras en el palo mayor, se encontraba atado y humillado, Pichiro, como se le conocía al capitán prisionero en esa misión. En todo momento era vejado y llamado “nuestro enemigo” por los tripulantes.
Con el torso desnudo y la cabeza cubierta por un pañuelo abigarrado, la piel lucia curtida por el solazo, sin embargo sintió esos goterones sobre su rostro y alzó sus ojos al cielo. De repente las gaviotas se disiparon, envolviendo todo en silencio y la tarde ennegreció.
Se había desatado una tempestad inesperada, mientras el capitán a cargo, hacia gran esfuerzo por mantener la nave a flote, pero un vendaval lo asió y al caer en el océano, las aguas lo tragaron como si fuera un trozo de pan, sin forma de poder rescatarlo. El pánico se dibujaba en los rostros de los marineros, el único que no mostraba estupor era Pichiro. Observaba a todos correr de acá para allá gritando la jerga marinera, sin omitir palabras, hasta que escuchó al más experimentado decir: -Estamos perdidos-, fue entonces que con firmeza dijo: -Desátenme, yo los guiaré a tierra firme.
-Con desgarbo y voz ahogada el ahora a cargo dijo: -Eres nuestro enemigo y prisionero. Debes morir en tierra firme, decapitado, porque si te tiramos atado al mar, con tus conocimientos, eres capaz de volver de las aguas vivo, a cometer más truhanerías. El capitán atado, dejó escapar una carcajada desorbitada que hizo que se estremecieran en medio del temporal y volvió a espetar. –No sean tarados, no ven que no solo yo moriré, toda la tripulación se hundirá conmigo. -¡Suéltenme! ¡Libérenme ahora!
Se miraban unos a otros, sin saber qué decisión tomar. Hasta que alguien señaló otra embarcación cercana, que estaba zozobrando y empinando la nariz, empezó a hundirse. Todos se miraron y sin pensarlo, corrieron directo a Pichiro y lo desataron.
En las primeras luces del otro día, en la serenidad de una playa lejana, la tripulación abordaba nueva vez la nave. Mientras Pichiro alzaba sus brazos resignado, para que lo volvieran a esposar. El Jefe de la tripulación dijo: -Me sorprende que no has escapado. Pichiro, realizando un gesto de desagravio espetó: -Ya estoy cansado de correr los océanos, si me toca morir por mis delitos, por lo menos, haberlos traído a todos ustedes a tierra firme, ha sido mi último intento de enmendar la vida licenciosa que he tenido. Quizás, en el ocaso de mi vida, alguien pueda decir algo bueno de mi persona. Solo pido un último deseo si es posible, y es que me dejen unos 30 minutos respirar este hermoso aire que golpea mi rostro y caminar descalzo por estas blancas arenas. Siempre deseé vivir mi vejez y morir en un lugar así. Asintió con la cabeza el Jefe en señal de aprobación y con los ojos cerrados empezó el ex capitán a recorrer y comer las uvas silvestres del litoral.
Cuando Pichiro reaccionó del aquel éxtasis en que lo había absorbido, corrió al barco, pero ya la nave rompía las aguas, mientras los marineros le decían adiós sonrientes. Pichiro se turbó por un momento y corrió hacia el mar, hasta que entendió que los marineros, sus enemigos lo había perdonado y dejado allí, para que pase sus últimos años tal y como lo soñó, en una isla para él solo y en total libertad. Cuando llegaron a tierra los marineros, dijeron que el Capitán Pichiro murió en un ecosistema litoral, rodeado de uvas costeras.
Moraleja: A veces en la vida, solo soltando los barrotes de los prejuicios, liberando a otros, también nos liberamos a nosotros mismos. Soltando los grilletes del pasado, los recuerdos y del dolor, es que dejamos a nuestros prisioneros en la playa de la libertad y podemos zarpar a un futuro de paz.
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