El mendigo y el joven banquero

Por Jenny Matos.

VIERNES, 17 MAYO, 2024:Era una vez, un hombre que trabajaba en un banco comercial y transitaba por un parque a la hora del almuerzo de su oficina, en busca de tiempo de esparcimiento. Se sentó en una banca y abriendo una bolsa de arroz empezó a alimentar a las palomas, mientras tanto un indigente que vivía en las periferias se le acercó a pedir unas monedas. Hurgó en su traje azul marino y no llevaba menudo; buscó en los bolsillos de su pantalón y la papeleta más pequeña era de RD$500.00, la miró algo dubitativo y luego observó los ojos suplicante del desvalido y movido a misericordia le extendió la mano sin vacilación. 

Una vez a la semana el joven funcionario hacia lo mismo, cada viernes le pasaba la misma cantidad, la suma de RD$500.00. Pasado el tiempo, el hombre se casó y formó familia y los gastos aumentaron considerablemente y le bajó el monto a RD$400.00 al indigente. Más tarde,  le nació su primer hijo y los gastos iban en escalonada, así que le redujo la cuota a RD$300.00. Le volvió a nacer una bebita y le bajó nueva vez a la suma de RD$200.00. 

Pasado el tiempo, ya el caballero no pasaba por el parque, sucede que su mujer se volvió a quedar preñada y su embarazo era de alto riesgo, lo que la llevó a estar de licencia médica y los ingresos disminuyeron mucho, el joven más adulto ahora solo pensaba en su familia, estaba lleno de preocupaciones y problemas, pese a su felicidad con su esposa e hijos.

Un día volvió al parque a limpiar sus zapatos y mientras el limpiabotas sacaba el brillo a la piel del calzado, el mendigo se paró al frente mirándole fijo, mientras el hombre con su mirada en el periódico no se percataba de su presencia. El pordiosero tosió tres veces sacándole de su absorción en la lectura. 

En ese momento el limpiador de zapatos dio por terminado su trabajo, el hombre buscó en sus bolsillos y pagó dejando una propina al limpiabotas y dirigió sus pasos al menesteroso y le extendió un billete de RD$100.00 en total silencio.

El mendigo tomó el dinero y le dijo que quería dirigirle unas palabras, intrigado el hombre asintió con la cabeza, mientras el mendigante con rostro serio empezó a conversar. 

—Cuando empezamos la amistad usted me daba RD$500.00 y fue bajándolo hasta esta suma de RD$100.00, abriendo el billete se lo mostró tomado con ambas manos. En todo momento mostró una postura enfadada.

— ¿Qué pasó? Dejó escapar un reclamo con ademán de enojo.

— ¿Por qué fue bajándome el monto en vez de subirlo?

El hombre muy sorprendido con el cuestionamiento le espetó:

—Sencillo, me casé, luego me nació un niño, luego la bebita y ahora mi esposa está embarazada de mellizos, como entenderá mis gastos han ido subiendo.

El mendigo molesto le contestó: —O sea, en resumidas cuentas, usted está manteniendo su familia con mi dinero. El banquero quedó tan sorprendido con el reclamo, que solo bajó la cabeza y se fue sin contestar palabras, solo dejó escapar un: —Lo lamento mucho y se marchó.

La pregunta es ¿Quién está en falta? El hombre de familia o el mendigo despojado.

Moralejas: Por más que te esfuerces en ser buena persona, algunos no entenderán tu lado de la historia o mejor dicho: tus propios compromisos y responsabilidades. Pero muchos menos tomarán en cuenta tus continuos esfuerzos por ayudar dentro de tus escasas posibilidades. Desde esta premisa, las cosas debemos hacerlas para Dios, porque como dijo Jesús: Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis. Mateo 26:11.

Dios no le pedirá más allá de sus posibilidades, ni le hará sentir culpas por no poseer recursos para hacer algo. 

Dios le reclamará, por lo tuvo en su momento y no ayudó. Por eso, debemos hacer el bien sin mirar a quien, pero sabiendo que no somos el “Dios todopoderoso” para resolver todos los problemas de la vida a las personas que extendemos la mano. Ayudemos al prójimo, pero no debemos caer en el error de desgastarnos. En ocasiones, para las ayudas sociales, debemos poseer la sabiduría suficiente de bendecir, pero no entrar en dimes y diretes, cuando caemos en dependencia.


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