Manuel Benítez, otro año sin nadie que le dé una mano

Don Manuel sobrevive a la dejadez de un mundo en el que la humanidad se va perdiendo y la indolencia abunda. JORGE MARTÍNEZ /LISTÍN DIARIO


Cuando LISTÍN DIARIO lo avistó caminaba con dificultad por la acera de la calle que tiene de nombre Lucas Zapata, en San Luis, por Central Ozama.

Por Shaddai Eves

DOMINGO, 31 DICIEMBRE, 2023: Se apoyaba de un andador con las ruedas casi destruidas como si su vida dependiera de eso. Y así era, le permitía moverse, pero también le recordaba las limitaciones físicas que enfrenta a sus 80 años, con una pierna rota que le causa dolor y no puede ser amputada por su edad.

Nos desmontamos para ayudarlo por el temor de que se cayera de su único pie. Don Manuel Antonio Benítez es un hombre cuya triste historia se entrelaza con su lucha por sobrevivir en los años de vida que le restan.

Ha enfrentado muchas dificultades, sin embargo, ahora vive las peores siendo un octogenario: la dejadez, el abandono y la pobreza.

Manuel no recuerda la última vez que fue a hacerse un chequeo médico. A medida que espera en plena calma el nuevo año, Don Manuel anticipa unos fuegos artificiales solo con el amparo de su vecina, doña Alicia Mañón.

Su casa color crema era una de las que más destacaba a la distancia, al ser de las únicas de madera a lo largo de esa misma calle, pero sobre todo, por el hedor que sobresalía del único baño en ruinas, que está fuera de la casa.

Vestido con una boina en la cabeza para cubrirse del sol, con una mirada lejana, abrió la puerta de su vivienda. “Señor, ¿podemos hablar con usted?”, dijimos, a lo que contestó: “Vengan, entren”.

Dos sillas, una de plástico y otra de ruedas; una mesa de madera con un radio con el que escucha música cristiana, una nevera vacía, un botellón sin agua de beber y un colchón sin sabanas limpias y putrefacto, fue el recibimiento que dio su hogar.

Con la mirada perdida, Manuel sale cada día a luchar por conseguir lo que necesita.

El ambiente se sentía húmedo como resultado de las filtraciones del techo, que se evidenciaban en la pintura desmoronada.

Además, las paredes del cuadro donde duerme, está construido a base de tablas de madera y hojas de zinc y plástico, por lo donde penetra el frío y el agua de lluvia.

Oriundo de San Pedro de Macorís, contó que trabajó en un ingenio con la caña de azúcar. “Duré todos los años de mi vida, hasta que lo quitaron. Pagaban poco, pero uno comía”, narró rebosado de melancolía al recordar tiempos pasados de alegría. Y alegría porque podía lograr todo por el mismo.

Por su trabajo en el ingenio le fue otorgada una pensión al cumplir la edad concerniente, que sólo le alcanza en la actualidad para un plato de mediodía.

Cuando Manuel se vio desempleado se dedicó a realizar diferentes oficios como recoger botellas en San Luis y la limpieza. Luego, ocurrió el accidente que le dejó la pierna rota.

“Un motorista me chocó. El venía rápido y yo estaba caminando y me dio en la pierna que me la partió. El muchacho se murió”, narró de lo que recuerda.

Alicia es un ángel

“Yo le doy de lo que cocino. Él tiene una señora que le pagan lo de la pensioncita para que le cocine, pero él vive solo ahí. No tiene a nadie y yo soy la que le limpio. Ahora vine a ver si estaba levantado para darle su cafecito y su desayunito porque no tiene quién le traiga desayuno. Ellos le traen comida a las doce, si no yo cocino y se la traigo antes”, enunció Alicia Mañón.

Alicia caminaba hacia la casa de Manuel para ver cómo había amanecido su “compadre” (de cariño). Ella siempre lo vigila.

La mujer de 74 años se ha dedicado a atenderlo a pesar de tener bajo sus cuidados a un niño especial y su esposo postrado en una cama producto de un derrame cerebral.

Reveló que Manuel tenía un hijo, pero falleció, al igual que una esposa. No obstante, tiene otra hija, pero verla por el rancho de Manuel es “raro”. Alega que otros “no lo miran”.

“La obra que yo hago Dios me la paga… Yo no me canso de hacer el bien. De lo poco que consigo, le doy. Antes de que la muchacha salga, yo le traigo comida. Yo le doy amor, yo lo limpié. Yo no lo voy a dejar morir de hambre”, dijo Alicia entre lágrimas.

Se sentía impotente porque, además, exteriorizó que “no puede sola”. Expresó que “es sumamente difícil atenderlo y más porque ya no trabajo como doméstica por problemas de salud y no hago dinero, yo consigo por mis hijos”.

Alicia salió de casa de Manuel y buscó en su casa un vaso de jugo y galletas, con las que desayunó casi al mediodía.

Dignidad

Manuel es muy reservado. Vive de lo que le dan los vecinos de sus dos laterales y cualquier persona que lo ve, ya que “todo el mundo lo conoce”.

A pesar de su situación, se niega a pedir ayuda. Su orgullo lo impulsa a enfrentar sus desafíos por sí mismo.E

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