Las bombas de racimo

LUNES, 10 JULIO 2023: Desde un primer momento de la invasión rusa a Ucrania, hemos sido enfáticos al denunciarlo como un conflicto cruel e insensato y hacemos coro con el papa Francisco al demandar que se elija la paz y que se dejen las demostraciones de fuerza.

Que no se siga jugando a la guerra y que nos comprometamos todos a pedir la paz con voz potente, ha sido nuestro clamor, razón por la que no contemporizamos con ningún bando porque la desinformación, la hipocresía y la doble moral campean.

Volvemos al tema de esa guerra, por enésima vez, para hacer causa común con Human Rights Watch (HWR) en su condena al gobierno de Estados Unidos por decidir dotar de bombas de racimo a Zelensky, una munición que constituye una práctica que se creía moribunda y que es inaceptable porque tiene efecto de área amplia (un radio de entre 200 y 400 metros) y no distingue entre población y combatientes.

Además, su uso deja tras de sí un gran número de municiones peligrosas sin explotar que quedan enterradas y pasado el tiempo pueden afectar a civiles. Sobre este particular, queda el consuelo un tanto cínico de que el porcentaje de las bombas que suministra EE.UU. que se quedan sin detonar es de apenas 2.5%, según los cálculos de Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, mientras que el promedio de este tipo de bombas de los rusos ronda entre el 30 % y el 40 %.

HWR reivindica la Convención sobre Municiones en Racimo, un instrumento legal impulsado por un imperativo humanitario que prohíbe todo uso, producción, transferencia y almacenamiento de municiones en racimo, pero que tanto Estados Unidos como Rusia no han suscrito, aunque sí se oponen a su uso Reino Unido, Alemania y Francia, algo significativo al tratarse de tres miembros prominentes de la OTAN, que precisamente sesiona desde mañana en Lituania, con Ucrania como punto clave de la agenda.

Es tan irracional y loco todo alrededor de esta guerra, que el gobierno de Ucrania ha condenado a HWR por oponerse al envío de municiones de racimo, cuando de lo que se trataría, en todo caso, es de la protección de la población civil de su propio territorio.

Esa guerra debe terminar, a contrapelo de los que azuzan, de los que “enchinchan” y apuestan a que se profundice, mientras los ucranianos son los que sufren.

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